Todas las formas de pérdida son una confrontación con el ego y sus mecanismos de supervivencia. Todos los aspectos de la vida humana son transitorios, de modo que aferrarse a cualquier aspecto produce pena y pérdida. No obstante, cada incidente es una oportunidad de buscar dentro la fuente de la vida, que está siempre presente, es inmutable y no está sujeta a pérdidas ni a los estragos del tiempo.