golpe con esta felicidad recuperada: mientras desayunaban, la mujer murió a causa de un acceso de tos. Tras haber escuchado esta historia, el gran psiquiatra decidió ir a ver al joven para intentar ayudarlo. Al llegar a su casa, cogió una tercera silla, se sentó a su lado y empezó a narrar su propia historia partiendo de la última mirada compartida con su mujer, desaparecida más tarde, y acabó el relato con estas palabras: «Quizá tú hayas sido más desgraciado que yo, porque yo la perdí una sola vez y tú dos».
El joven catatónico reaccionó a la provocadora redefinición de su desgracia diciendo que Frankl era más desgraciado, porque ni siquiera había tenido la suerte de volver a verla, abrazarla y pasar algún tiempo de felicidad con ella.