Los labios de Jacks sabían ligeramente dulces y metálicos, como las manzanas y las lágrimas de sangre.
—No deberías haber hecho eso, Pequeño Zorrillo —susurró Jacks contra su boca.
—Ahora es demasiado tarde.
Evangeline le rodeó el cuello con las manos, acercándose a él mientras separaba los labios. Despacio, Jacks deslizó la lengua en su interior.