En El mundo de ayer, traza un retrato lleno de admiración hacia el poeta Rainer Maria Rilke. Zweig se pregunta qué lugar reservará el futuro a escritores como este, que han hecho de la literatura una vocación existencial. Escribe: «¿No es acaso nuestra época precisamente la que no permite el silencio más que a los más puros, más aislados, ese silencio de la espera, la madurez, la meditación y el recogimiento?».