La literatura sirve para vivir otras vidas más allá de la vida patética que nos tocó vivir. La literatura sirve para escarmentar en cabeza ajena. La literatura es catártica, medicinal, terapéutica. La literatura equivale a escudriñar los cerebros de otros, de los que poseen más vida neuronal que cualquiera de los compañeros en el salón. La literatura es escape, libertad. Pero no.