Este pueblo indígena, que practicaba el arte rupestre, registró los desplazamientos solares, un mapa del cielo y diversos acontecimientos estelares. Además de representaciones del movimiento del Sol, los solsticios y equinoccios, y calendarios, es particularmente conocida su representación de un fenómeno poco habitual en los cielos, la explosión de una supernova en el año 1054 en la constelación de Tauro. Esta catástrofe estelar también la reflejaron los astrónomos chinos, que relatan que fue cuatro veces más brillante que Venus y que resultó visible a simple vista en el cielo durante veintitrés días, incluso a plena luz. Sus restos forman hoy la denominada nebulosa del Cangrejo