—Crees que al adoptar esa actitud tienes poder sobre mí; sin embargo, te equivocas, dado que solo logras meterte más en mi mente y me recuerda que por ti estoy dispuesto a hacer lo que sea —declara—. Avivas las ganas de darte el trono que te mereces, Rachel James.
Es un maldito asesino; no obstante, escucharlo hace que mi ego se eleve a la velocidad de un misil.
—En el trono que te daré estarás sola, sin descendencia —advierte— porque, así como te idolatro, también te destruyo, pero solo yo, no otros. Por lo tanto, cuídate la espalda, que no soy el único que quiere hacerte daño, bella principessa —espeta—. No soy el único que quiere lágrimas en esos ojos.