Voy a sacar a mi padre, que ha sido condenado a veinte años de cárcel, y a Alex, que ha sido sentenciado a cadena perpetua.
La entidad será mía y de mis mellizos, porque a Thomas Morgan no se los voy a dejar como dispuso el coronel en su testamento.
Lo sé porque oí a Antoni hablándole a Ali del tema.
Christopher estipuló que, de no estar, yo no podía criarlos, y con eso me demostró que siempre hizo lo que se le dio la gana. Le dije en la cara que no estaba de acuerdo; sin embargo, no le importó y le entregó la potestad de mis hijos al tío.
Saludo con una hermosa sonrisa en los labios.
Sin líder no hay dama, y no voy a mentir al decir que no disfruto de todo el poder absoluto que tengo ahora. Nadie tiene más poder que los italianos y si Antoni es grande, yo también lo soy.
Ya conviví con un hijo de puta, puedo vivir con este también.
El amor es una tontería que me volvió débil en su tiempo y ahora solo busco mi propio beneficio, por ello, debo ir con cuidado: si Antoni muere, dejaré de ser la dama y eso no me conviene.
Debo dirigir la pirámide, esta debe trabajar para mí, necesito los privilegios que me da estar en la cima.
Lo mejor de todo esto es que tengo una de las joyas más importantes de la mafia, y no es la jadeíta, sino el niño que sujeta mi mano.
Antoni Mascherano es el bioquímico más asombroso que existe, sus creaciones no las imita nadie, ya lo investigué. Los antídotos solo existen si él los crea, y es obvio que nunca hará uno para mi hijo, por más que lo seduzca.
No lo hará, su persecución me demuestra que sus ganas de matarlos son más grandes que su obsesión por mí.
Por culpa de Antoni, mi pequeño valiente vive con un veneno en su cuerpo, sufre con él, lo que se le suministra lo ayuda a sobrevivir, pero no mata lo que tiene dentro, y eso es un peligro, ya que puede acabar con su vida en cualquier momento.
Me agacho a acomodar el traje del niño de ojos negros y rasgos italianos, al cual le he tomado cariño.
La salvación no es Antoni, es Damon, a quien le transmite todo su conocimiento y será mejor que él, porque con cuatro años es un prodigio con un coeficiente intelectual supremamente alto.
Por ello, debo dejar que su padre le enseñe, que le transmita todo lo que sabe.
Antoni no es idiota, sabe que la Rachel que conoció nunca lo seguiría, pero esta sí, y esta finge ser la mejor esposa con el fin de que me dé gusto en todo lo que quiera, como lujos, demandas, aliados y poder para matar a los que me apetece.