libros salvaron mi cordura, el conocimiento abrió los lugares cerrados en mí y me enseñó en primer lugar cómo sobrevivir y en segundo cómo elevarme. La madre naturaleza me socorrió, permitió que me salieran raíces que me anclaron a la tierra. Mi amor por las imágenes —el mezquite en flor, el viento, Ehécatl, suspirando su conocimiento secreto, las imágenes fugaces del alma en la fantasía— y las palabras, mi pasión por la lucha diaria para convertirlas en algo concreto en el mundo y en el papel, para hacerlas carne, es lo que me mantiene viva.