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Luigi Pirandello

  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 days ago
    A los veintidós años, después de apenas cuatro de matrimonio, con la muerte de su marido también había muerto el mundo para ella. Ahora tenía treinta y cinco años y todavía vestía de negro, como el primer día de la desgracia; un pañuelo de seda negra escondía su hermoso pelo castaño, descuidado, apenas peinado en dos secciones y recogido tras la nuca. Sin embargo, una serenidad triste y dulce sonreía en su rostro pálido y delicado.
    Nadie se sorprendía por esta clausura en aquel pueblo del interior de Sicilia, donde las rígidas costumbres por poco no imponían a la esposa que siguiera a la tumba a su marido. Las viudas tenían que permanecer encerradas así, en perpetuo luto, hasta la muerte.
  • Andrea Ahedohas quoted2 years ago
    Nadie se sorprendía por esta clausura en aquel pueblo del interior de Sicilia, donde las rígidas costumbres por poco no imponían a la esposa que siguiera a la tumba a su marido. Las viudas tenían que permanecer encerradas así, en perpetuo luto, hasta la muerte.
  • Andrea Ahedohas quoted2 years ago
    caminaban serias y sonrojadas, con los ojos clavados en el suelo, incómodas, apretadas al marido o al padre o al hermano mayor
  • Andrea Ahedohas quoted2 years ago
    Por tanto se obligaba a refrenar la alegre y febril ansia de su mirada y a no volver continuamente la cabeza de una ventanilla a la otra (como tenía la tentación de hacer) para no perderse nada de todo lo que sus ojos, tan huidizos, registraban por un instante por vez primera.
  • Andrea Ahedohas quoted2 years ago
    Los hombres, mal que bien, encontraban en la variada sucesión de los negocios, en la lucha de los partidos comunales, en la cafetería o en el club social, por la noche, algo para distraerse de alguna manera. Pero las mujeres, en las cuales desde la infancia se había reprimido cualquier instinto de vanidad, casadas sin amor, después de haberse ocupado siempre (como sirvientas) de las mismas tareas domésticas, languidecían míseramente con un niño en el regazo o con un rosario en la mano, a la espera de que el hombre, el amo y señor, volviera a casa.
  • Iz Sanzhas quoted9 months ago
    En mi fuero interno deseé que los osos ganaran a veces en tales ocasiones
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