par de meses antes yo había consultado con un médico acerca de mis problemas para dormir y él me había preguntado si quería que me recetara pastillas.
“Tengo miedo de que anestesien mis emociones”, dije. Él me miró apenas disgustado, como para recordarme que tenía un consultorio céntrico y que yo no era la primera histérica obsesionada consigo misma con la que lidiaba ese día. “Entonces lo ideal sería que descubrieras por qué no estás durmiendo”, dijo.