Luego del impacto que me causaron _Plegarias para un zorro_ y _Cosmonauta_, comencé con este libro. Y encontré el eco de esos otros dos libros aquí, solo que este, al tener dedicatorias me pareció un poco inaccesible, me resultó imposible descifrar las confidencias encerradas en los poemas.
Quizá el animal intacto es un animal asediado, su condición de intacto es frágil y quizá pronto deba resistir al ataque de lo que hay afuera: «porque soy una hembra / y en verdad no importa / no estoy conforme con este alfabeto». Se me escapa algo, en este libro fui una intrusa paseando por una intimidad ajena y distante.
Algo que me parece importante mencionar sobre esta autora, es que su poesía está extremadamente cargada hacia lo visual, en _Cosmonauta_ tenemos un bullet journal con postales que vienen del exilio y de una infancia perdida, y acá tenemos otra parte de la intimidad de García Arreaza en dibujos de animales rodeados de trepadoras garigoleadas, espirales, mandalas asimetricos. Lo que adorna sus animales es un poco como un zoom a la vida microscópica que nace de la carne muerta, que se reproduce en fractales y crece profusamente hasta que da lugar a flores y helechos.
En esta colección de cuentos los personajes están relacionados de alguna manera. La coyuntura es Puerto La Cruz, hay quienes huyen de ahí mientras otros lo encuentran como su refugio.
Además, hay otros dos hilos conductores que atraviesan los cuentos: la tradición popular (con sus espíritus y aparecidos) y la violencia (una violencia bien arraigada, que está en la guerra, la persecución política y la supresión de los niños y las mujeres).
De veras que se siente todo muy genuino, pero a la vez documentado, sobre todo en las partes donde se presenta la tradición popular de otros países (japonesa y la rumana) y la ambientación en otras épocas.