María José Tirado

  • b1260780720has quoted7 months ago
    hubo un elfo, no un príncipe, no un heredero del imperio, sino un elfo, que se sentía perdido hasta que te encontró. Un elfo al que le enseñaste que el amor no entiende de razas ni de seres, porque es un sentimiento tan sublime que solo entiende de almas. Y estoy convencido de que la tuya y la mía en algún momento se volverán a encontrar, y entonces seremos libres de amarnos y estaremos juntos, para siempre
  • b1260780720has quoted7 months ago
    hubo un elfo, no un príncipe, no un heredero del imperio, sino un elfo, que se sentía perdido hasta que te encontró. Un elfo al que le enseñaste que el amor no entiende de razas ni de seres, porque es un sentimiento tan sublime que solo entiende de almas. Y estoy convencido de que la tuya y la mía en algún momento se volverán a encontrar, y entonces seremos libres de amarnos y estaremos juntos, para siempre
  • b1260780720has quoted7 months ago
    Aunque tarde en volver, nunca olvides que eres mi sol en la oscuridad, mi estrella en la noche, mi refugio en la tormenta, eres mi fortaleza cuando me siento débil y mi consuelo cuando estoy triste. Volveré a ti, pase lo que pase, regresaré a tu lado, espérame.
  • Nay Saherzhas quoted11 hours ago
    Es tu día rojo —le digo. Nuestros días rojos son fechas señaladas que nos hacen daño.
  • Nay Saherzhas quoted11 hours ago
    Y entonces una joven china la llamó por teléfono y estalló su pompa de jabón.

    La china, en un inglés fluido, le contó que se llamaba Mei, que había obtenido su número del móvil de Manuel. Le dijo que estaba enamorada de él, que llevaban juntos cinco meses, y que no quería perderle porque se moriría.

    Lucía, con una frialdad que aún no puedo creer que tuviese, le pidió que le demostrase que era cierto. Y la chica le envió dos fotos muy cariñosas de ambos, besándose bajo las coloridas luces de Hong Kong. Entonces colgó e hizo una videollamada a Manuel. Le preguntó quién era Mei, y cuando él le respondió, ¿qué Mei?, la invitó a la videollamada, Mei aceptó, y explotó el Vesubio.

    Manuel le pidió perdón, le dijo que era la mujer de su vida, viajó a España en el primer vuelo que consiguió, le compró un millón de ramos de flores e incluso se presentó en Churriana implorando su perdón.

    Solo una vez, solo una, Lucía tuvo dudas y me preguntó qué debía hacer. Le respondí que no podía responderle, era ella quien debía decidirlo, pero que, en mi opinión, quien es capaz de engañarte en la etapa más bonita de tu relación, no será de fiar cuando vengan los tiempos difíciles. Nunca podría haber imaginado que, poco después, sería mi relación y mi propia vida las que saltarían por los aires.
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