El capítulo del robo disfrazado de valores ficticios, la mentira de los pizarrones hinchados de posibilidades, el globo que estalla por la inflación provocada artificiosamente, los balances apócrifos, la ocultación de bienes, la utilización en beneficio propio de fondos que le fueron confiados con determinado destino, los supuestos gastos o pérdidas en perjuicio de sus clientes, las maniobras dolosas para crear subas o bajas en los valores, el agio en sus más canallescas formas. Y todo ello reconocido y aceptado cínicamente en acotaciones al margen, como si el verdadero placer final fuera el delito, una especie de apuesta sucia jugada ante sí mismo.