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Katixa Agirre

  • Armando El Guatequehas quotedlast year
    Se habla mucho del cansancio que trae consigo la maternidad, de no poder dormir, de las ojeras. Sin embargo, apenas se mencionan las horas de aburrimiento que llenan la vida de una madre. Me refiero a esa sucesión de días grises y amorfos en los que dar la teta, cambiar pañales, intentar dormir al bebé que llora y comprobar si respira una vez que se ha dormido ocupan tu vida hasta asfixiarla, mientras el tiempo discurre por los cauces normales para el resto de la humanidad
  • Armando El Guatequehas quotedlast year
    ¿Y con Niclas, qué tal?, me pregunta. ¿Seguís conectando en la cama? No sé qué le ha hecho pensar a mi madre que alguna vez estuvimos «conectados en la cama». Resulta algo pretencioso por su parte decir algo así. Pero madre, por favor, ¿acaso no recuerdas lo que es tener un niño pequeño en casa? No, no lo recuerda. Le comento, como si fuera un chiste, que más que vida sexual lo que ahora tenemos es una anécdota sexual.
  • Armando El Guatequehas quotedlast year
    Hay madres que escriben en foros online que, desde que son madres, son más fuertes, más poderosas, imbatibles leonas, puro rugido, pura zarpa. Yo, en cambio, nunca me he sentido más débil. Ahora es muy fácil atacarme, hundirme, hacerme explotar. Llevo una diana pintada en la frente. Cualquiera puede saber por dónde atacar. ¿De qué hablan esas madres de internet? No tengo ni idea. Igual que ellas, yo también siento el mandato imperioso de defender a mi cría: y si debo rugir, rugiré; y si debo usar las zarpas, desde luego que las usaré. Pero también me sé impotente, más impotente que nunca, pues de poco sirven las zarpas, los rugidos, si llega el accidente de coche, el secuestro en el parque, el incendio en la guardería, la leucemia, el estreptococo. Más perdida que nunca, en realidad; más débil que nunca, con mi cachorrito al lado
  • Armando El Guatequehas quotedlast year
    Esa responsabilidad, esa carga que se resiste a abandonarme porque, en algún momento, varias veces, quise ponerme en su lugar. Yo he sido esas manos. Manos que ahogan niños. Las manos de la madre. Las que no tuvieron compasión. En algún momento, varias veces, llegué a entender lo que hicieron o di a entender que lo entendía o dejé entrever que quizá podría llegar a entenderlo (¿para qué tantas vueltas, si no me guiaba el ansia de encontrar una salida?), y lo que es peor, quise llevarte a ti también conmigo a ese territorio embarrado.
    Después volvía, claro, siempre vuelvo a este lado del mundo, el territorio limpio del amor y las palabras amables, al mundo de las madres que regalan billetes de avión sin esperar nada a cambio, al universo de las madres que cantan siete veces la canción de los siete cabritillos para dormir al niño, a las noches de las madres que recuperan sesiones medio sucias y medio satisfactorias con maridos surfistas, y a ratos se escriben mensajes clandestinos y sin embargo inocentes con periodistas morenos. He vuelto, sí, pero sin ser quizá la misma; esperando, desde luego, que tú no seas la misma, que en ese oscuro y compacto compartimento estés tan embarrada como yo. He ahí mi responsabilidad, mi poder, mi culpa
  • Armando El Guatequehas quotedlast year
    He ahí la función del dolor: noquear al neocórtex, desactivarlo, para poder sentirnos de esta forma poderosas gorilas de la selva africana.
    Es sólo una teoría, pero quizá explique por qué contesté de aquella manera a la primera matrona que me ofreció la epidural. La muy zorra quería sacarme de la selva con su anestesia. Lo
  • Armando El Guatequehas quotedlast year
    Pocos meses después, ya como madre, todo había cambiado y, cuando iba sola por la calle —cosa que raramente ocurría—, mi sensación era bien distinta. Ni media sonrisa, ni autosuficiencia. Por el contrario, me sentía desnuda, incompleta, un fraude involuntario, y me veía en la necesidad de dar explicaciones a los peatones: eh, esperad un momento, yo no soy así, aquí falta algo, ¿os dais cuenta?, yo soy madre, ahora me veis sola, pero yo no soy así, así no podéis entenderme
  • Armando El Guatequehas quotedlast year
    Después de tres meses sin dormir más de tres horas seguidas, después de visitas primero semanales y luego quincenales a la enfermera para controlar el peso del recién nacido, después de un registro exhaustivo de los excrementos, vómitos, mocos y toses del bebé, la identidad de madre había terminado por devorar todas las demás y había mandado a todos mis yos pasados al exilio más remoto
  • Armando El Guatequehas quotedlast year
    humanidad. Aislada, confinada y entregada las veinticuatro horas del día a un trabajo con una consideración social similar a limpiar váteres (y lo digo con conocimiento de causa, porque hubo un tiempo en que me dediqué a limpiar váteres). Horas que se arrastran, miradas que se pierden. Siempre dada al otro. En una sociedad hipócrita que te dice que no hay nada más deseable, incluso más revolucionario, que darse al otro, revuelta silenciosa en el seno del paradigma coste-beneficio.
    Sí, claro.
    Si tan bello, deseable y revolucionario fuera, ya se habrían ocupado los hombres de quedarse con la tarea mandando a las mujeres a trabajar fuera; sobre eso no debería haber dudas
  • Armando El Guatequehas quotedlast year
    Pero digamos las cosas claras. En ocasiones sí es algo hermoso, deseable, revolucionario. En uno de los ochomiles de ese Himalaya del Tedio, derrotada y sin apenas oxígeno, de pronto se enciende la chispa, una pequeña llama que ilumina el aquí y el ahora, un temblor rotundo que gana una efímera batalla a la eternidad
  • Armando El Guatequehas quotedlast year
    ¿Lo ves? Tú también te has dado cuenta de que no hay ninguna esencia mágica en las madres, nada que nos haga capaces de resistirlo absolutamente todo. Yo ahora mismo… no te diría que no me parece terrible, claro, pero me resulta bastante creíble lo de esas madres que, bajo circunstancias concretas, abandonan a su hijo, incluso las que acaban con todo…
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