Aquí está el silencio pastoso dentro de la fábrica, la luz que de artificio da urticaria, las máquinas y sus mugidos de res lenta, el dolor en las muñecas. Entra en escena la sed. Una fila de horas formadas una tras otra. Siguen al pie de la letra el reglamento de escolta: se toman distancia por tiempos, marcan el paso, siguen, sin dudarlo, el protocolo. A veces flexionan la pierna izquierda conservando su verticalidad de minutero. Cuánto duran los segundos tan a secas, el tiempo completo y testarudo. Se dan por descontado las lindes parcas del escenario que corroen la paciencia núbil de las muchachas. Se da por descontado la palabra núbil. Las paredes son más negras por el tedio.)