Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio

Tal es, en verdad, la condición de la naturaleza humana que el hombre se encumbra por encima del resto de la creación en la medida en que reconoce su propia naturaleza. Y cuando la olvida se hunde por debajo de las bestias.

Pues si creéis que la fama

puede alargar la vida de un nombre mortal,

llegará un día en que se os arrebate también todo eso

y ya no os quedará más que una segunda muerte.

Pienso, en efecto, que la fortuna aprovecha más a los hombres cuando les es adversa que cuando les es propicia. La buena fortuna siempre engaña con sus falsas apariencias de felicidad. La adversa siempre es sincera, pues en su misma mutabilidad demuestra lo que es: inestable. La primera engaña, la segunda instruye.

El amigo que se acercó en el tiempo de la prosperidad se tornará enemigo en la hora de la desgracia.

¿Que cuál es el fin de todos los seres? —respondió—. Aquello, en efecto, a lo que todos aspiran; y, como concluimos que el bien es aquello a lo que todos aspiran, es preciso reconocer que el fin de todas las cosas es el bien

Providencia es el plan simple e inmutable de cuanto sucede. El Destino, en cambio, es la red siempre cambiante y la disposición a través del tiempo de cuanto Dios ha planeado en su simplicidad.

Está, pues, en vuestra mano la clase de fortuna que queráis forjar: todo lo que nos parece adverso, o perfecciona, o corrige o castiga.