Socorro Venegas

Tal vez la maternidad sea una caja de resonancias infinitas. El afluente sanguíneo donde se juntan la madre, la abuela, la bisabuela, las mujeres que nos vuelven una constelación de miradas e historias.

Muchas personas, hombres y mujeres, me han querido coptar para la amplia secta de los Reproductores

He aquí el nuevo orden de la vida: él ha muerto/yo he cambiado. Pero, porque la transformación se impuso, abrupta, cambiar duele.

¿Podría, en verdad, decirse que alguien ha partido pronto? ¿Quién puede decir cuándo es hora?

¿Estaremos hechos más de lo que olvidamos que de aquello que recordamos?

De modo que así es como regresan los recuerdos, para decirnos quiénes somos.

Dos se gestaban en mí, el niño y la desconocida en que me convertía.

Por el mundo, en algún sitio, había una mujer entrada en años que parió a este desdichado. Y esa mujer sería siempre culpada por la infelicidad de su vástago.

–¿Sabe? El dolor es algo misterioso. No termina con el parto. Es infinito. Ahora mismo, siento mucho dolor…

El dolor de los senos rebosantes es terrible. Parece una culpa.