Es por la estructura de su conciencia por lo que la situación excéntrica como valor posicional en sentido plessneriano caracteriza «al ser humano». Él —aquí prevalece aún el ingenuo masculino—, a priori, por decirlo así, en virtud de su constitución reflexiva, ha salido desde el centro de la existencia a las afueras. El significado de la existencia para el ser humano radica en la evasión de los límites de su ambiente —signifique lo que signifique su milieu—. Así, aunque permanezca en un lugar, el ser humano va más allá del efecto de cerco del horizonte. No está aquí sin estar allí. Siempre huyendo ya de los límites del entorno inmediato, en el intento de llegar a sí mismo, tiene que descubrir que es un ser que esencialmente se mueve a su propio lado. Como herido por un más allá inevitable, está distanciado de sí mismo en la cercanía más próxima a sí mismo. No obstante, consigue ser «él mismo» en tanto en cuanto logra regresar a sí desde el estar-al-lado. Ser un ser humano adopta, según esto, la forma de una tarea nunca del todo realizable. Para que la existencia tenga éxito es necesario que el individuo organice la tensión entre las tendencias excéntricas y las concéntricas.
Se puede constatar, con todo respeto, que, con su bella doctrina de la existencia posicionalmente duplicada «del ser humano», Plessner había puesto en el mercado a mitad de precio una versión del idealismo alemán. Su doctrina era original en cuanto que presentaba una interpretación espacial de la «autorreflexión». Sonaba sorprendente en tanto en cuanto ponía de manifiesto en horizontal una profundidad hasta entonces no mostrada de esa manera. Lo que «los seres humanos» habían negociado hasta ese momento con un mundo trascendente hacia arriba deberían solucionarlo en el futuro entre ellos como criaturas de una vecindad apartada. Si se quisiera caracterizar con una palabra el impulso de Plessner, podría decirse que cambió la antropología de Feuerbach de la vertical a la horizontal. La excentrización se ofrece como figura sucesora de trascendencia. «El ser humano» es el animal que no solo coloca un cielo sobre él, sino que también lleva en sí una lejanía desde la que regresa a sí mismo.