Todo lo anterior nos muestra que la restauración del poderío romano lograda por Flavio Constancio hacia el 418 fue una empresa titánica, pero también evidencia que se hizo a costa de la seguridad de las fronteras, de donde se retiraron más y más tropas para cubrir las filas de los ejércitos de campaña y, con ello, claro está, se entró en una espiral endemoniada: las fronteras estaban abiertas a los invasores, los invasores devastaban las provincias, el gobierno central tenía entonces que reducir los impuestos de las provincias –debido a la penuria que provocaban las devastaciones de los bárbaros–, esto se traducía en menos oro y menos oro significaba menos soldados y así hasta el colapso final.