persuadido de dejar de ir al club a jugar al tenis con sus hermanas, para dedicarse a trabajar en los barrios periféricos del conurbano. “Mónica, querida, cultivando las relaciones sociales, más el dominio del idioma inglés que tenés, vas a conseguir un buen partido”, le decía. Sostenía que estaba echando por tierra un excelente futuro, sobre todo por las vinculaciones con cancillería y algunas embajadas donde había estrechado vínculos laborales: “¡Un desperdicio! ¡Una chica tan inteligente!”, le repetía a su hermano Fernando cada vez que podía, como si en