Cuando le rechacé, no se mostró agresivo, su orgullo no quedó herido, o por lo menos lo había disimulado bien. Nada de eso. Fue aún más atento conmigo sin esperar nada a cambio y una relación de franqueza total se estableció entre nosotros. En todo ello había un misterio que me hacía pensar que nunca entendería del todo a los hombres.