De hecho, me temo que los temperamentos nada artísticos del momento también se ocuparon de la literatura y el arte, pues las acusaciones de plagio eran constantes, y provenían de los pálidos y finos labios de la impotencia o de las grotescas bocas de quienes, no poseyendo nada propio, creían poder obtener reputación de riqueza gritando que les habían robado.