al aislarme exacerbé mi sensibilidad ya excesiva. Si fuera posible cortar todo contacto con las cosas, mi sensibilidad marcharía mejor. Pero ese aislamiento total no es posible. Aunque no haga nada por respirar, respiro, aunque no haga nada por moverme, me muevo. Y así, una vez que he conseguido exacerbar mi sensibilidad a través del aislamiento, he conseguido que los hechos mínimos, que antes de mí nada hacían, me hiriesen como catástrofes. Me equivoqué en el método de fuga. Huí dando un incómodo rodeo hasta el mismo lugar donde ya estaba, uniendo el cansancio del viaje al horror de vivir allí.