Juan Pablo II recordó en varias ocasiones que esta expresión teológica «quiere decir más que “en nombre”, o también “en vez” de Cristo. In persona: es decir, en la identificación específica, sacramental, con el Sumo y Eterno Sacerdote, que es el autor y el sujeto principal de su propio sacrificio, en el que, en verdad, no puede ser sustituido por nadie»49.