—observó Mike, y ella dejó el tenedor sobre el plato y se recostó sobre el respaldo de la silla—. ¿Qué tal las clases?
—Bien.
—¿Y los exámenes?
—Bien.
Lo vio rebuscar en sus bolsillos y cómo depositaba un billete de veinte frente a ella sobre la mesa, así que lo miró alzando una ceja que decía «¿a qué viene esto?».
—Parece que te cobran por palabra, cómprate unas cuantas.