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Janet Frame

  • Natalia Ligahas quoted2 years ago
    Aprendías con ferviente dedicación a «encajar»; aprendías a no llorar en compañía de las demás y a sonreír y declararte contenta,
  • Natalia Ligahas quoted2 years ago
    En aquellos ancianos, el descuido surgía de dentro, de más allá de la apariencia raída de los tirantes que les sujetaban de algún modo los pantalones, de sus braguetas abiertas, de las camisas de franela con los faldones fuera y colgando.
  • Natalia Ligahas quoted2 years ago
    Por tu propio bien» es un argumento convincente que puede acabar por hacer que el género humano acceda a su propia destrucción.
  • Natalia Ligahas quoted2 years ago
    ¿O acaso me alojaba como invitada para el fin de semana, por así decirlo, en mi propia mente, y cada vez me perturbaban más sus malévolas manifestaciones?
  • Natalia Ligahas quoted2 years ago
    En cuanto a la gente, ahora sabía que eran autómatas programadas para alcanzar un grado extremo de emoción que no podían comprender, y temían que lo que fuera o quien fuera que las controlaba se cansara de
  • Natalia Ligahas quoted2 years ago
    proporcionarles distracciones y las dejara deteriorarse como juguetes rotos y ellas tuvieran que encontrar dentro de sí mismas una manera de sobreponerse a la desolación en la que vivían.
  • Natalia Ligahas quoted2 years ago
    las enfermeras —que desde tiempo atrás habían tenido que contener cualquier
  • Natalia Ligahas quoted2 years ago
    deseo de «cuidar» y eran ahora guardianas exhaustas y degradadas, y en muchos casos sádicas—,
  • Natalia Ligahas quoted2 years ago
    el personal hubiera olvidado tiempo atrás que las pacientes a su cargo eran seres humanos, y que las trataran como animales en una jaula del zoológico.
  • Natalia Ligahas quoted2 years ago
    Todos vemos los rostros en el agua. Los apartamos de nuestro pensamiento, incluso dejamos de creer que sean reales, y nos convertimos en moradores tranquilos del mundo; o quizás ni los olvidamos ni acudimos en su ayuda. A veces, por una triquiñuela de las circunstancias o del sueño o de un sesgo hostil de la luz, vemos nuestro propio rostro.
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