Y al hacerlo, llega a la conclusión de que, en la sociedad occidental, «uno es lo que tiene». Resulta más difícil, pues, entender la modalidad del ser que básicamente incide más en la calidad que en la cantidad, en la mirada más que en la vista, en la audición más que el oído, en la actividad más que en la pasividad, en la donación más que en la recepción, en la generosidad más que en la acumulación.