Raquel Peláez

  • Teresahas quoted5 days ago
    Tampoco desvelaban sus verdaderas intenciones geoestratégicas los miembros de la alta burguesía que empezaron a hacer viajes «de placer» al mismo tiempo que nacía la hostelería moderna: los reyes europeos se reunían con los grandes filántropos estadounidenses en los salones del Ritz, un hotel creado para las clases altas y viajeras que necesitaban un palacio provisional en el que alojarse, mientras los grandes arqueólogos decimonónicos expoliaban patrimonio ajeno en las colonias. Todo se cubría con una pátina ilustrada, aventurera y noble. Fue en este tiempo cuando viajar se convirtió en una actividad prestigiosa (¿existe acaso algún pijo que no sea «muy viajero»?).
  • Teresahas quoted4 days ago
    Ay del que no se acogiese a las reglas de los manuales de urbanidad que empezaban a surgir para poder determinar quién se atenía a los modales, forma infalible de detectar la clase de cada invitado (porque los modales comportan medidas higiénicas que evitan contagios indeseables, pero sobre todo reglas absurdas para hacer triaje pecuniario, por eso son la obsesión de todo buen esnob).
  • Teresahas quoted2 days ago
    Y te das cuenta de que has vivido para SEAT, para Philips, para Zanussi, para El Corte Inglés, para La Confianza y su puta madre.
  • Teresahas quoted15 hours ago
    existe una relación nada evidente, y a la vez obvia, entre el auge de las prendas rellenas de pluma de ocas y una aspiración que tiene que ver con el privilegio máximo. El de protegerse contra el frío en un mundo que se calienta. La nieve, el hielo y la fascinación por las latitudes septentrionales han sido símbolo de estatus desde que en el siglo xix a algunos exploradores de buena familia les dio por intentar saber qué había ahí arriba, o ahí abajo, si hablamos de la Antártida.
  • Luli Serrano Eguiluzhas quoted5 days ago
    El cantante de Carolina Durante, Diego Ibáñez, cuenta que los miembros de la banda usaban «cayetano» como adjetivo para referirse a los amigos de una exnovia a los que espiaban en Instagram, fascinados por el estilo de vida ocioso que estos llevaban. «Fue unas vacaciones que ella y yo lo habíamos dejado y la veía ahí a todo trapo con unos pijazos en un velero.» No hizo falta que Ibáñez me mostrase las cuentas de Instagram de los amigos de su ex para saber con exactitud al tipo de fotos que se refería: álbumes en los que la vida es eso que pasa entre eventos privados llenos de gente vestida de fiesta, monterías en la finca de un primo, despedidas de soltero temáticas, bodas multitudinarias en las que los novios corean a los Killers, grandes reuniones familiares en cigarrales, festivales de música, escapadas de fin de semana para ir de compras a Londres y París y veraneos idílicos en alguna costa prestigiosa protagonizados por enormes pandillas
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