xual con autonomía y vida propia, dotado de su propio metabolismo, y que en sus diferentes modelos ofrecía satisfacción al más amplio abanico de perversiones. El ovejín más traficado, sin embargo, era el modelo original: una esponja amorfa de carne, moldeable al gusto del usuario, con un orificio para respirar, comer y cojer y otro para defecar y cojer y que, como odiaba el encierro, berreaba con la impotencia de los condenados.