Arundhati Roy

Hilos de plata inclinados se incrustaban en la blanda tierra y la levantaban como si fueran balas de fusil.

al haberse separado, ninguno de los dos es ya lo que fueron o un día pensaron que serían.

Y nunca lo serán

Treinta y un años.

No son viejos.

Ni jóvenes.

Pero tienen ya una edad en que la muerte es un hecho posible

Por debajo de ellas se deslizaban las lágrimas, que resbalaban temblorosas a lo largo de su mandíbula como gotas de lluvia

Por debajo de ellas se deslizaban las lágrimas, que resbalaban temblorosas a lo largo de su mandíbula como gotas de lluvia por el borde de un tejado.

Por debajo de ellas se deslizaban las lágrimas, que resbalaban temblorosas a lo largo de su mandíbula como gotas de lluvia por el borde de un tejado

Para entonces Esthappen y Rahel habían aprendido que el mundo tenía otras formas de romper a los hombres.

Para entonces Esthappen y Rahel habían aprendido que el

momento, no tenían apellido, porque Ammu no sabía si volver a utilizar el suyo de soltera, aunque decía que una mujer tampoco tenía mucha elección si sólo podía escoger entre el apellido de su padre y el de su marido.

«Lo que hago hoy es infinitamente mejor que cuanto haya hecho antes»,