Cecilia Millie

Todos somos prisioneros de alguna forma y mujeres como nuestras narradoras son miles: presas del machismo que las sentencia a la sumisión, la violencia y el abuso; o presas de un contexto injusto y precario que las arrastra, de manera inevitable, al camino de las malas decisiones.

Tu mano, fuerte y áspera por el trabajo

supo cubrir la mía

siempre tibia y protectora

supo darme abrigo

Unidas por años y complementadas

se convirtieron en una sola

sus líneas se hicieron idénticas

dibujado el mismo destino para ambas

Al calor del sol o frío del invierno

nunca se soltaron

ni con el deterioro que en ellas

los años provocaron

Solo el incontrolable correr del tiempo

hizo que la tuya no me reconociera

y conforme las fuerzas te abandonaran

se enfrió y atrofió

Mi mano hoy está sola

fría, añosa y estriada

ya no tiene tu tersa piel que la acaricie

ni sujete para darle calma

Sus líneas dicen que de tiempo queda poco

y en la tumba su memoria buscará tus dedos

como piezas de un rompecabezas

que encajan perfectas unas con otras

Mi mano sepultó la tuya

la miro y no encuentro consuelo

ya no como, ni bebo

quiero alcanzar tu vuelo

La vida me envuelve

la lluvia, el viento

y hoy estando sola

también paso a ser un recuerdo

Subes a lo alto de un cerro a contemplar la vida,

a medida que lo haces caminas más lento

pero más esplendorosa es la mirada

ya no quieres retroceder allá abajo donde todo se ve pequeño y alterado.

El bullicio y la premura solo empañan la inmensidad de la calma