El Otro, el No-Yo.
—¡Ja! ¡Sí! Veo por dónde va. ¡Qué nombre más idóneo para él! El otro. Da igual la situación, nunca dejará de ser «el otro»: siempre hay alguien que lo precede, siempre es el segundón, y lo sabe. Eso lo reconcome por dentro. Fue uno de mis alumnos, ¿sabe? Sí, como lo oye. Un charlatán de marca mayor. Por muchos aires de gran intelectual que se dé, por mucho que se haga el interesante al mirarlo a uno con esos ojos oscuros, no tiene un solo pensamiento original en la cabeza, todas sus ideas son de segunda mano. —Hizo una pausa y añadió—: De hecho, todas sus ideas son mías. Yo fui el principal académico de mi generación, el mejor de todos; de cualquier generación, quizá. Llegué a la teoría de que todo esto… —Abrió las manos en un gesto que abarcaba la Sala, la Casa, Todo—… Existía. Y existe. Llegué a la teoría de que había una forma de entrar en este lugar, y la hay. Y vine, y envié a otros aquí. Lo mantuve en secreto e hice jurar a los demás que mantendrían el secreto. Nunca me ha interesado mucho eso que suele llamarse «moralidad», pero tracé una línea roja: el hundimiento de la civilización. Es posible que hiciera mal. No lo sé. A veces soy un sentimental, lo reconozco