el campo de batalla no quieren más locura que la pasajera. Locos de rabia, locos de dolor, locos furiosos, pero temporales. En cuanto acaba el ataque, uno debe dejar a un lado su rabia, su dolor y su furia. El dolor se tolera, se puede llevar a la trinchera a condición de mantenerlo guardado. Pero la rabia y la furia no hay que llevarlas a la trinchera. Antes de volver, uno debe desnudarse de su rabia y de su furia, debe despojarse de ellas, si no ya no está jugando al juego de la guerra. La locura, después del silbato del capitán que indica la retirada, es tabú.