Bonnie no había crecido en absoluto y su rizada cabeza roja apenas le llegaba a Elena a la barbilla cuando le arrojó los brazos al cuello. «Un momento… ¿rizos?», pensó Elena. Apartó a la menuda muchacha.
—¡Bonnie! ¿Qué le has hecho a tu cabello?
—¿Te gusta? Creo que me hace parecer más alta.
Bonnie se ahuecó el ya ahuecado flequillo y sonrió,
Bonnie no había crecido en absoluto y su rizada cabeza roja apenas le llegaba a Elena a la barbilla cuando le arrojó los brazos al cuello. «Un momento… ¿rizos?», pensó Elena. Apartó a la menuda muchacha.
—¡Bonnie! ¿Qué le has hecho a tu cabello?
—¿Te gusta? Creo que me hace parecer más alta.
Bonnie se ahuecó el ya ahuecado flequillo y sonrió,
Elena le enseñó las manos para que las inspeccionara. La piel estaba impecable, igual que porcelana, pero casi tan blanca y traslúcida como la de Bonnie.