Oí las descargas desde la puerta de la carpintería de Reyes, me puse la mano en el pecho, me dolía la frente, yo también corría, no supe qué hacer, luego, cuando oí los tiros de gracia, ya no di un paso más, me volví llorando. Habían matado a un paisano mío, nada se pudo hacer por él –Mamá se secaba las lágrimas, sufría mucho–.