Esto es especialmente evidente cuando se examina la ecuación energía-civilización. Este concepto, tan importante en la sociedad moderna, equipara un elevado consumo energético con un nivel de civilización avanzado: basta con recordar la obra de Ostwald o la conclusión de Fox, según la cual «cada mejora de la gestión de los flujos de energía ha provocado una mejora de los mecanismos culturales» (Fox, 1988: 166).