Francisco Javier Schlatter Navarro

Las emociones negativas van desgastando, por su fuerza y por su capacidad de abarcar hasta las esquinas del fondo vital. No dejan vivir en paz. Por esa razón, las personas que las mantienen durante mucho tiempo se vuelven más proclives a padecer diversas patologías mentales.

Dejado a su suerte, el resentimiento se prolonga en el tiempo, debilita a la persona para combatirlo y le atenaza. Es un tóxico para la inteligencia —nubla el juicio y la objetividad— y para la voluntad —la hace rígida e incapaz de seguir a la inteligencia en la dirección del perdón—. Como si de un material radioactivo se tratara, va intoxicando hasta afectar todas nuestras estructuras vitales, en este caso mentales, de manera imparable

Cada nueva «vuelta» que el resentimiento me hace dar al suceso, introduce de nuevo el dolor en el hondón de mi alma y hace más difícil que lo pueda extirpar