Yara Nakahanda Monteiro

Me preocupo demasiado con lo que los demás piensan. Me aflige alguien que ya me haya apreciado y que ya no me aprecie más. Desisten porque descubren que no soy perfecta. Con el tabú de la falla revelado, paso al olvido.

Quien sigue una telenovela, sigue una vida real de una sociedad imaginaria. A mí eso me gusta.

Mamá Ju considera que, en la guerra, la muerte hasta puede ser el mejor destino. Ella o el olvido. Está viva y nunca olvidó. Para ella, la guerra todavía no había quedado atrás.

—¿No le parece que seguir nuestros sueños lleva a cometer muchos errores? —pregunta Vitória.

—Errores cometemos siempre. El mayor es no seguir nuestro sueño —remata mamá Ju.

Que se desengañe quien cree que todo se explica mejor con el verbo. Muchas veces se tiene el entendimiento sin disfrutar de las palabras. Si Juliana las poseyera, tal vez fuera así como las usara, pero no hay seguridad: en tiempos de paz no debían existir las desgracias de tiempos de guerra.

Entre sollozos y lágrimas, pregunta por qué ella no le contó la verdad.

—¿Cuál de ellas, mi amor? La de tu madre, la mía, la de tu familia, la que querías oír, la verdad del General… ¿Cuál de ellas? —pregunta Juliana, para continuar de inmediato—. La vida no se controla. Te me apareciste aquí qué sé yo cómo. Aquí mismo en esta casa. ¿Te crees que no oía mi nombre en la radio? No quería despertar el pasado. Después, contigo aquí, sentí que para limpiar mi culpa tenía el deber de ayudarte.

Lo que te parezca que es mejor para ti. Puede parecer extraño, pero aquí todos te queremos bien. Espera, Vitória. Sólo espera. Eres de un pueblo que todavía está a la espera, que espera siempre.

El destino exageró conmigo. Me embrolló la condición. Me plantó aquí y me arrancó de aquí. Y ya nunca las raíces me sostuvieron bien en ninguna tierr

El destino exageró conmigo. Me embrolló la condición. Me plantó aquí y me arrancó de aquí. Y ya nunca las raíces me sostuvieron bien en ninguna tierra