Chantal Maillard

Mis manos ya no pueden cobijarte.

Sólo decirte adiós como en los días

en que al girar, ansioso, tu cabeza,

mi sonrisa se abría detrás de la ventana

para encender la tuya. Cuando todo

era sencillo transcurrir, no herida,

ni entraña expuesta, ni desgarradura.

, el infinito poder de metamorfosis de la materia: el poder de conformación del que la conciencia –estética– puede dar cuenta.

El objeto de la razón estética no es el ente o el fenómeno sino el suceso.

El poietés, el hacedor de realidad, es un ser ético en el sentido délfico de la expresión, pues es aquel que realiza espontáneamente el paso del yo al nosotros, sin que medien razones

En tanto que conocimiento del hábitat, la ética es conocimiento de las relaciones, del entrecruzamiento y la mutua dependencia de todas las formas de vida

La ciencia poetiza sin dejar de ser científica y la razón descubre su multiplicidad funcional y su condición estética.

La actitud poiética nace cuando se apacigua el deseo de saber.

Cuando el corazón golpeó por última vez, todo su cuerpo se tensó y sus dedos se aferraron a los míos con tal fuerza que el frío se me coló por dentro

facilidad con que aquello que dice «yo» se identifica con cada uno de ellos y espera con paciencia que advenga un estado, no determinado por sentimiento alguno, en el que la conciencia observadora pueda, sin fraud

Pocas horas al día para escribir; a veces, ninguna –la fragilidad puede llegar a ser una bendición: pone los límites indispensables para evitar la profusión, el exceso, la dispersión, las páginas inútiles, los escritos sobrant