Superar el temor a la necesidad y escasez entregándonos en manos del Buen Pastor, o hacerlo confiando en las riquezas materiales de este mundo, son dos cosas distintas y opuestas entre sí. Lo primero se le hace muy duro y difícil al hombre natural, cuando no irrazonable e imposible; mientras que lo segundo lo encuentra fácil, lógico y coherente. No hace falta, sin embargo, un argumento extenso para demostrar que el que confía en las promesas de Dios para suplir sus necesidades temporales está en posesión de un nivel de seguridad infinitamente mayor que aquellos que han acumulado grandes riquezas.