Finalmente cesó la ola de calor.
Una ráfaga de brisa marina atravesó la sofocante densidad del aire y abrió grietas de frescor. Primero llegaron suaves rachas vacilantes, y las copas de los cipreses se estremecieron de placer, como si, desde las raíces, una corriente hubiese recorrido sus finos troncos