Si al esteta lo hemos caracterizado como alguien que huye del aburrimiento, que ve en él el mayor de los males, tiene sentido que el antídoto de la vida religiosa tenga mucho que ver con el modo en que el tiempo es enfrentado. Si un hombre, dice Climacus en el Postscriptum, tiene por misión entretenerse a sí mismo todo un día, y al mediodía nos dice que ya ha cumplido con su tarea, esa prisa tiene muy poco de meritorio: «cuando el tiempo mismo es la tarea, el error consiste en tenerla lista antes de tiempo»