Dada su visión práctica de la vida, los romanos se centraron sobre todo en la ética, la yema del huevo del que hemos hablado. Este interés prevalente también conllevó que, de todos los escritos estoicos, tan solo conservemos completas obras centradas en la ética, a excepción de las Cuestiones naturales de Séneca, libro cuyo nombre ya nos indica que trata sobre filosofía natural (lo que ahora llamamos ciencia, pero que por aquel entonces era una mezcla de filosofía y observaciones «precientíficas»)