Carmen Maria Machado

Nunca se vive con una mujer, se vive dentro de ella,

Las cosas no se hacen así, pero así las voy a hacer yo.

Cada vez que su mano se desplaza a otro sitio, susurra: «¿Puedo?», y la emoción de decir sí, sí, es como la palpitación de la marea sobre tu cara, y no te importaría nada ahogarte de esa manera, dando permiso.

Hay anocheceres extraños en los que el sol se pone pero llueve de todas formas, y el cielo está dorado y color durazno, y también gris y púrpura como un moratón.

y recordamos que estamos vivas, que nos queremos todo el tiempo y nos caemos bien la mayor parte del tiempo, y que las mujeres pueden traer al mundo a los niños como quien respira.

Creo en un mundo donde ocurren cosas imposibles. Donde el amor triunfa sobre la brutalidad, la neutraliza, como si nunca hubiese existido, o la transforma en algo nuevo y más bonito. Donde el amor supera a la naturaleza.

La ciudad al completo deja de contener la respiración y todo vuelve a la normalidad.

La multitud de amantes de Henson la llevan a niveles ascendentes de trascendencia extática en cuanto al clítoris, en cuanto a preguntarle lo que quiere, sí, lo que, sí, que, sí sí sí sí, joder.

La fiscal del distrito se corre y se despierta. O quizá se despierta y luego se corre. En la combustión posterior al sueño, está sola en la cama, con la ventana abierta y las cortinas revoloteando al viento.

La vida se crea y se destruye. Sobre todo se destruye.