Antonio Lozano

Considera que si uno puede estar en todas partes —dentro de vehículos, navegando por internet—, acaba no estando en ninguna.

Se dio cuenta de que con frecuencia sus pacientes se sentían deprimidos porque se les había privado de las cosas que hacen que la vida merezca la pena.

Por lo general, a la gente deprimida o ansiosa a la que se le ofrece un tratamiento que va más allá de los medicamentos se la coloca en una situación que la obliga a hablar de sus sentimientos, aunque con frecuencia es lo último que desea hacer.

Le hice otra visita a Michael Marmot, el sociólogo que descubrió que el trabajo sin sentido nos aboca a la depresión.

Vivimos en un sistema, asegura Tim, que no para de «distraernos respecto a lo que de verdad merece la pena en la vida»

La presión que ejerce nuestra cultura va abrumadoramente en una sola dirección: gasta más, trabaja más.

por lo que nos atenaza una insatisfacción permanente y desconcertante.

«a que desconectemos de nosotros mismos, lo que nos lleva a su vez a desconectar de los demás»

deberíamos dejar de hablar de «salud mental» —que evoca imágenes de escáneres cerebrales y de sinapsis defectuosas— y comenzar a hacerlo de «salud emocional». «¿Por qué la llamamos salud mental? Porque queremos darle una pátina científica. Queremos que suene científico. Pero se trata de nuestras emociones».

[Si] el vecino [de enfrente] se muere y no lo conocía, puede que diga: “Ah, lo siento por su familia”, pero no entraré en duelo. Sí lo haré si muere una persona a la que quiero. El duelo existe porque antes hemos querido». Afirmar que si un duelo se extiende más allá de un plazo de tiempo deviene una patología, una enfermedad a tratarse con medicamentos, es, según su punto de vista, negar la esencia de lo que nos hace humanos.