insiste en considerar esas horas de diez a seis como “el día”, y cree que las diez horas que preceden y las seis que vienen a continuación no son más que un prólogo y un epílogo de este». Bennett condena esta actitud y la considera «totalmente ilógica y nociva»[17].
¿Cuál es, entonces, la alternativa? Bennett sugiere que este hombre típico considere esas dieciséis horas libres como un «día dentro del día», y explica: «durante esas dieciséis horas, es un hombre libre: no es un asalariado. No deben preocuparle los asuntos monetarios. Está en las mismas condiciones de un hombre que recibe rentas privadas»[18].