Resulta fácil mostrarse cínicos al respecto: al fin y al cabo, el directivo sigue empeñado en extraer esfuerzo al trabajador. Pero ¿por qué no reconocer la oportunidad presente en esta contemporánea inquietud de las empresas? Si el capitalismo está viniéndose abajo por causa de la crónica alienación no específica de aquéllos de quienes depende, ¿la resolución de este problema acaso podría originar oportunidades para la reforma política? Los fuertes costes económicos que el hastío conlleva para empresarios y gobiernos es muestra de que el dolor humano ha provocado una complicación que las élites sencillamente no pueden ignorar. Tampoco conviene hacer caso omiso de la cuestión: ¿qué tipo de trabajo y qué tipo de organización del lugar de trabajo podrían conseguir que los empleados sintieran verdadero entusiasmo y compromiso?