Raquel Marín

  • tleokoyanihas quotedlast year
    Así llega la muerte. Y pienso, de nuevo, en ese muchachito que está ahí debajo, en esa tierra recién removida. Pienso en su vida y en su muerte demasiado breve y que, sin embargo, tiene tan larga significación para mí.
  • tleokoyanihas quotedlast year
    A veces, la ferocidad y la sangre afloran a los ojos de los niños de forma mucho más viva que a los de los hombres.
  • tleokoyanihas quotedlast year
    Luego, un día, sentí compasión por ellos. Compasión y envidia mezcladas, quizá. Me pregunté: «¿Por qué van de camino?». En general, los mendigos que van de pueblo en pueblo, entre jaras, espinos y senderos, no son hombres demasiado viejos, ni enfermos. Podrían trabajar. Eso dicen los campesinos, indignados: «¿Por qué no trabajan? ¡Hatillo de vagos!».
  • tleokoyanihas quotedlast year
    Los niños no entienden la muerte, pero se dejan bañar por esa niebla de vapor —dulce y agria mezcla— que la rodea. Los niños tienen miedo de los muertos, y, a un tiempo, se sienten atraídos por ellos. Al anochecer, pasan de prisa por el cementerio, y buscan bajo un sol achicharrado, en un rincón del muro de la iglesia, entre dos pivotes, el botín fabuloso y estremecedor de los osarios. Los niños asesinan pájaros, ahorcan perros, aplastan sapos, martirizan saltamontes y murciélagos, por una sola razón: palpar, contemplar, crear la muerte.
  • tleokoyanihas quotedlast year
    La muerte de un niño es algo natural y sorprendente a un tiempo: como el súbito aguacero en pleno sol, que irrumpe sobre el campo del verano, y deja atónitos a los pájaros. Es como el repentino huir de los vencejos en la mañana. Algo que hace levantar la cabeza; que obliga a interrumpir el trabajo, el ocio, el pensamiento.
  • tleokoyanihas quotedlast year
    Y la niebla, en la siesta, trae el fantasma de la melancolía.
fb2epub
Drag & drop your files (not more than 5 at once)