Las postales, los naipes, las cartas del tarot, los cuadros cubistas…, todas esas imágenes hablan en silencio. Todas son una particular clase de ficción: el lector crea a partir de ellas una narrativa, como las ilustraciones del guion gráfico de una película. Su historia es subjetiva, su significado abierto. No anuncian un futuro irrevocable; lo que muestran puede cambiar de un momento a otro, porque reflejan el estado emocional del consultante.